El viento sopla y siento la maraña de tu pelo volar como un pájaro oculto. Tus ojos me devuelven mi mirada. Está tan vacío ahí adentro, como un callejón oscuro que me aprisiona. Me pierdo infinita. A través de tus párpados, veo tus playas soleadas, tu cuerpo dorado tendido boca arriba esperando mis labios fríos de este invierno que no termina nunca. Me embarga la angustia de saber que no estás más en mi camino. Tu paso silencioso que se aleja. Bajo el cielo blanco, en el gélido paisaje de Ginebra, reluce tu figura extranjera. Todavía respiro tu perfume cuando me levanto agitada, hundida en el edredón de plumas.
Fue un encuentro fortuito que significó mi deseo de amor, las ganas de sentir unos brazos rodeándome la cintura, tus dedos bajo mi abrigo apretándome fuerte como si quisieras que nuestros cuerpos se fundieran. De veras no sé como sostuve tu mirada. Me hechizaba tu esclava de oro que brillaba como fuego en sus destellos de crepúsculo contra la fría ventana, reflejando la nieve de la calle. Tu sonrisa árabe que me agitaba profundamente.
Y realmente fuiste fuego en mi boca en el parque brillante de escarcha, en la cerveza helada que cruzó de tu lengua a la mía. Fuiste lujurioso e inconstante, celoso e infiel. Rugiste en mis noches, calmo e inexistente en las mañanas. Sólo tu última conquista. Sólo sueño, sólo pesadilla. Ardiente despertar.
1 comment:
este texto lo conocí casi al mismo tiempo que a vos... era 2004, y nos juntabamos a leer por el Abasto...
Se puede decir que "mucha agua corrió bajo el puente"... Me alegra que sigamos compartiendo la amistad y la escritura,
un beso, y haber cuando continuamos nuestros encuentros literarios!
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