Thursday, May 11, 2006

Luciérnaga

Hay días en que ya no soporto más mi mente, que el cuerpo me hastía. Son esas noches oscuras. Salgo a la calle a la búsqueda de algo. Salgo como una puta a la caza, a dar vueltas por ahí sin rumbo fijo, atrapando las miradas de los hombres. A veces llamo a algún teléfono, otras, los pasos me llevan a la misma puerta de siempre. Sé que van a recibirme y van a tratarme como lo merezco. Voy a entrar en llamas, a salir con los pies fríos, y recuperada.

Pero esta noche salgo y no hay teléfono público, no quiero tocar el mismo timbre. Hace frío y voy a entrar en este bar. En este bar cualquiera y sombrío. Un bar de gente anónima que se emborracha. Un bar de miradas asesinas. Un bar cálido y sofocante que invita a desnudarse. Un bar sin nombre, que no queda en ningún lado, que hace juego con mi ropa opaca.

Voy a sentarme a esperar, con mi vaso de agua en la mano. Voy a sentarme muy abstemia, con aliento a dentífrico. Nunca antes hice esto. Me siento, con el pelo largo y suelto que me llega a la cintura. Mi pelo que está limpio y brillaría, si las luces se prendieran. Sentada recorriendo las caras apenas insinuadas. Sentada sin nadie que se acerque, tan oscura estoy.

Lo veo, en la barra. No tiene nada especial, nada que lo distinga de los demás. Es un hombre que a nadie llama la atención. Un hombre que parece salido del mismo molde que los otros. Un hombre que no atrae otras miradas más que la mía. Un hombre que bebe apenas su vodka. Pero yo lo reconozco en algún gesto, en su postura. Sé que es el hombre que me hace falta.

Me le acerco, me acomodo a su lado. No hacen falta palabras. El también me reconoce. Sabe lo que busco. Sus ojos no necesitan recorrer demasiado para saber que soy yo a quien busca. Sólo basta con mi presencia. No me pregunta mi nombre. No me invita a un trago. Simplemente hablamos lo necesario, para ponernos de acuerdo. Para asegurarnos que las cosas no se van a ir de control.

La habitación es como todas. No importa si es la mía o es la suya. El primer beso es una mordaza. Su lengua empuja la mía, sus dientes la cercan, forman una prisión. Su aliento es suave, levemente alcoholizado. Su boca me absorbe, me devora. Me dejo arrastrar por el torbellino de su saliva. Me sujeto de su cuello para abrirle paso.
Sus manos ya reconocen el terreno. Ya toman posesión. Miden, calculan, sacan conclusiones. Y yo voy a pedirle que haga un luto de mi cuerpo.

Me trata como un experto, con paciencia de cirujano. Sabe qué hacer. Lo sabe tan bien que me asusta lo fácil que me es responderle. Lo fácil que es dejarme ir.

Siento que lo conozco tanto que no hay nada que explicar, que dejo que me sujete los brazos y las piernas. Su tranquilidad y su firmeza me hacen sentir segura, vulnerable. Me toca y le respondo de forma silenciosa, a los gritos si hace falta.

El dolor llega de a poco, en dosis justas y calculadas. Llega en tímidas oleadas, en insoportables bocanadas. El dolor llega como un alivio, en forma de deseo. El dolor me colma, me somete más y más. El dolor me estabiliza, me desespera. El dolor me quema por todo el cuerpo, me hace rogarle que no siga, que por favor no pare. Un poco más un poco más. Ya no ya no. Y sigue y sigue, es interminable y no quiero que termine. El dolor me hace falta y le agradezco con los ojos aún secos. El dolor me entrega finalmente.

El segundo beso llega despacio. Llega justo y transparente, cargado de deseo. Sus manos me acarician, me desatan. Su cuerpo entero me consuela, sus besos me calman. Sus besos me limpian. Sus besos también me duelen.

El placer es una recompensa inesperada. Su sexo adentro mío me sorprende, derriba cualquier barrera, las tumba todas. De pronto no puedo más controlarme. Algo que nunca me pasó. Siento su contacto demasiado profundo. Me siento tan enteramente suya que ya no puedo más escapar. La vista se me nubla y puedo ver sus ojos, escuchar su respiración agitada. Y su cuerpo que me mata, que me lastima más que nada. No soy capaz de resistirme, no lo intento. Fluyen líquidas, primero de a gemidos, ráfagas de lágrimas. Poco a poco se transforman en un llanto incontenible. El placer me inunda inaguantable, infinito y cruel. El placer es demasiado tierno y no se agota, explota en un aullido.

La mañana me sorprende dormida, acurrucada en un extraño abrazo. La mañana es luminosa y blanca. Un rayo de sol le saca reflejos a mi pelo revuelto. El me lo acaricia con gestos de insomne. Estudia mi boca, mi nariz, mis orejas. Alcanzo su mirada y no aparta sus ojos de los míos. Parece que pasan horas.

No sonríe pero dice: Nunca antes vi una luciérnaga tan oscura.

4 comments:

Anonymous said...

Muy lindo rilo , muy lindo !! mientras te leia , sonaba de fondo en you tube : buddha bar - deja vu !!! best wishes , cheers .

rara y brillante said...

gracias! Los comentarios anónimos me dejan con curiosidad sobre el comentarista.

Anonymous said...

Para Mathilda : you tube = sonia theodoridou sings jacques brel , eL Lazy Lion ;) ... Jean Montana . Sting : shape of my heart , he deals the cards as a meditation and those he plays never suspect - i know that the spades are the swords of a soldier - i know that the clubs are weapons of war - and if i told you that i loved you you'd may be think there's something wrong - those who speak know nothing ... Aglanoema !

rara y brillante said...

Qué es esto, no, que no voy a seguir el juego, no, de las adivinanzas, de no saber quièn carajo sos...